Todos los edificios históricos de la antigua cárcel de Carabanchel han sido reducidos a polvo.

Permanece todavía en pie el pabellón del antiguo Hospital Penitenciario, actualmente destinado a Centro de Internamiento de Extranjeros (C.I.E.), en el que se priva de libertad, de nuevo hoy, a inocentes que no han cometido delito alguno: los inmigrantes sin papeles.

Por ello, nuestra Plataforma, en coherencia con su planteamiento y tras la desaparición del resto de los edificios, exige al Gobierno que destine esta dependencia para el Centro de la Memoria que solicitamos.

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miércoles, 23 de julio de 2008

Elementos arquitectónicos y constructivos de la cárcel de Carabanchel




VALOR ARQUITECTÓNICO DEL EDIFICIO"

Origen del proyecto

El origen de la Cárcel de Carabanchel o Prisión Provincial de Madrid se remonta al fin de la Guerra Civil, cuando el Gobierno de Franco se planteó la necesidad de sustituir la antigua cárcel Modelo de La Moncloa en Madrid, prácticamente destruida tras la contienda, por unas instalaciones de nueva construcción. Los terrenos donde habría de ubicarse fueron adquiridos en 1939 –una parcela triangular de lo que entonces era el término municipal de Carabanchel Alto—y ese mismo año fue redactado el proyecto por los arquitectos del servicio de prisiones Vicente Agustí Elguero, José María de la Vega Samper y Luis de la Peña Hickman.

Hay que tener en cuenta, a la hora de valorar el edificio, que la arquitectura oficial emprendida en los primeros años de posguerra presenta unas características especiales dentro de la arquitectura española del siglo XX: desde el punto de vista programático se trata de edificios ambiciosos, de grandes proporciones; en el aspecto constructivo, se realizaron con una gran pobreza de medios debido a las gravísimas dificultades económicas por las que atravesó el país en aquellos “años del hambre”, y en el aspecto estilístico se realizaron en un momento de exaltación imperial y tradicionalista, como consecuencia de la victoria del bando nacionalista en la Guerra Civil, que significó una ruptura con las tendencias modernas de la arquitectura y la vuelta al neoclasicismo y la arquitectura popular.

El proyecto de la Cárcel de Carabanchel responde a las anteriores características y desarrolla un complejo penitenciario de proporciones colosales, que se divide en cuatro zonas: pabellón de administración, prisión, correccional y viviendas de funcionarios. En comparación con las cárceles existentes en España antes de su construcción la Cárcel de Carabanchel representa un hito en la arquitectura penitenciaria española por sus grandes proporciones.

Si comparamos su extensión con la Cárcel Modelo de Barcelona (20.000 m2), la Cárcel Modelo de Valencia (31.631 m2) o la antigua Cárcel Modelo de Madrid (47.756 m2), los 162.524 m2 del complejo de Carabanchel hacen de esta prisión una obra faraónica. Su capacidad para 2.300 reclusos no sólo resultaba enorme cuando se inició su construcción, en 1940, sino que sigue estando muy lejos de la capacidad de la mayor cárcel actualmente en funcionamiento en España: el Centro Penitenciario de Valencia, con capacidad para 1.365 reclusos. El complejo de la Cárcel de Carabanchel, por tanto, fue diseñado como un magno monumento a la represión que, en palabras del Director del Servicio Histórico del Colegio de Arquitectos de Madrid, “representa el ejemplo más singular y logrado de la concepción penitenciaria franquista, con un valor histórico innegable, como escenario de la represión política”[1].


El complejo de la Prisión Provincial de Madrid, Redención, 20 de abril de 1940

Composición de la cárcel

Desde el punto de vista compositivo, la prisión de Carabanchel adopta el sistema estrellado que surgió en el siglo XIX como evolución del Panóptico ideado por Jeremy Bentham en 1791: una cárcel perfecta basada en la idea del control de los presos desde un punto central en el que los vigilantes podrían observar el conjunto sin ser vistos. El desarrollo del panóptico, originalmente circular, en un edificio de galerías dispuestas en forma de estrella se debe al arquitecto John Haviland, quien hacia 1821 diseñó la prisión de Cherry Hill en Pennsylvania, instaurando un modelo compositivo que se mantuvo vigente en edificios penitenciarios de todo el mundo durante los siglos XIX y XX. La composición de Cherry Hill tuvo algunas variaciones durante el siglo XIX como el modelo de Pentonville (1840), menos espectacular debido a que sólo desarrollaba la mitad de la estrella y que fue adoptado en otras cárceles españolas (como las cárceles Modelo de Valencia y Madrid). Este tipo de composiciones no comenzó a quedar desfasado hasta la década de 1960, en que la utilización de nuevos medios de vigilancia –las cámaras de video—dejaron obsoleta la idea del control desde el punto de convergencia de las galerías.

La Cárcel de Carabanchel es una de las mayores prisiones de Europa construidas según el modelo de Cherry Hill y el mayor ejemplar en territorio nacional. La Cárcel Modelo de Barcelona, terminada a principios del siglo XX y construida según el mismo tipo, desarrollaba la idea de la planta estrellada mediante seis galerías –una menos que el original de Haviland—constreñidas entre los límites de un par de manzanas del Plan Cerdá. En Carabanchel, en cambio, encontramos un mayor desarrollo del tipo, con una galería más que en la propuesta de Haviland, conformando una estrella completa de proporciones magníficas.

Maqueta del macrocomplejo penitenciario de Carabanchel

El estilo de la prisión

El aspecto de la Cárcel de Carabanchel es de una sobriedad casi militar, sin duda derivada de su función penitenciaria. El valor estilístico de la cárcel puede juzgarse adecuadamente si tenemos en cuenta el contexto en el que se proyectó el edificio. Durante la Guerra Civil la pugna entre los bandos republicano y nacionalista se extendió a las manifestaciones artísticas, de manera que en el ámbito de la arquitectura se expresó como una confrontación irreconciliable entre la arquitectura arraigada en los principios del Movimiento Moderno y la arquitectura tradicional, en sus versiones neoclásica y regionalista.

La victoria del bando de Franco en la Guerra Civil significó el triunfo de la concepción tradicionalista de la arquitectura y, como durante la guerra había estado prácticamente parada la construcción, los primeros años de posguerra hubieron de mostrar la materialización de sus ideas. Durante esta etapa se intentó crear un estilo que caracterizara a los edificios oficiales del Nuevo Estado acaudillado por Franco, que acabó cristalizando en un neoclásico Imperial inspirado en El Escorial de Juan de Herrera y en la arquitectura de Juan de Villanueva. El mejor exponente de este estilo es el Ministerio del Aire en la Plaza de La Moncloa, en Madrid, cuyo proyecto definitivo data de 1942. A tal punto llegó el grado de exaltación imperial que algunos edificios iniciados antes de la Guerra Civil y terminados en ladrillo debieron ser convenientemente “disfrazados” con piedra para cumplir las nuevas exigencias estéticas, como fue el caso de los Nuevos Ministerios y algunos edificios de la Ciudad Universitaria. Esta práctica de disfrazar la arquitectura antes de que llegara a consolidarse el estilo imperial se utilizó incluso en algunos proyectos tempranos, como el paradigmático Ministerio del Aire construido precisamente en el solar que ocupaba la vieja Cárcel Modelo de Madrid.

Sin embargo, en el breve período que media entre 1939 y 1941 pueden encontrarse desperdigados por España algunos experimentos arquitectónicos de primera hora que escaparon a la tormenta neoclásica que se cernía o bien consiguieron ejecutarse “poco disfrazados”, y que constituyen el punto de continuidad entre la arquitectura de influencia moderna realizada en España antes de la Guerra Civil y la arquitectura de la posguerra. La Cárcel de Carabanchel, proyectada en 1939 y cuyas obras comenzaron en 1940, constituye uno de estos raros ejemplos de arquitectura de transición en la primera postguerra. Por eso, en 1940 el periódico Redención todavía podía permitirse el lujo de publicitar la nueva prisión en Madrid caracterizándola como de “un sobrio estilo moderno”, cuando a partir de ese mismo año la arquitectura moderna sería cada vez más abandonada y se calificaría como “arquitectura marxista”[2], “cubismo sovietizante”[3], “bolchevismo constructivo”[4] o “la última turbamulta de escorias procedentes del cubismo y racionalismo de Le Corbusier, de la Bauhaus y de todos los judíos del mundo”[5]. El año 1941 marcó un punto de inflexión importante en las posibles orientaciones de la arquitectura del Régimen debido a que se realizó la depuración político-social de arquitectos[6], se decretó la minimización del consumo de hierro en las edificaciones[7] y se clausuraron las revistas de arquitectura que informaban sobre arquitectura moderna internacional sustituyéndolas por un sistema propagandístico que defendía el tradicionalismo y la arquitectura imperial.
Las únicas concesiones estilísticas que el proyecto de la cárcel hace a la tendencia imperial que predominaba en la época son dos: la composición de la entrada principal y la utilización puntual de algunos materiales, como el granito en dinteles de ventana y la pizarra en la cubierta de la bóveda. Resultan mucho más llamativos, en cambio, los rasgos estilísticos que relacionan el proyecto con la arquitectura de influencia moderna que se estaba haciendo antes de la guerra. Estas características que mencionaremos a continuación resultan diametralmente opuestas a las directrices estilísticas oficiales, como las que se dieron en la I Asamblea Nacional de Arquitectos, celebrada en 1939, y que florecían en organismos como la Junta de Reconstrucción de Madrid, cuyos trabajos se dirigían, según el arquitecto Luis Moya –uno de sus mejores representantes—, a “continuar la tradición en un sentido estricto, con la vista puesta en nuestra arquitectura imperial.”[8]

Una característica singular que resalta en la Cárcel de Carabanchel y que la vincula con la estética de la arquitectura moderna es el uso reiterado de la cubierta plana en todo el complejo penitenciario, una rareza dentro de la arquitectura del momento y una ruptura con la tradición estilística de las cárceles modelo españolas, que habían utilizado siempre la cubierta a dos aguas.

Otra característica excepcional de la Cárcel de Carabanchel respecto a la arquitectura de su tiempo en España es que la estructura de hormigón armado se deja vista en diferentes partes. Podemos destacar la presencia de pilares de hormigón armado vistos en las fachadas de las galerías, o la aparición de vigas tanto en la cubierta de las galerías interiores, como en la cúpula intermedia de la galería de acceso. De nuevo, un rasgo estilístico propio de la arquitectura moderna y fácil de encontrar en los años treinta, pero rarísimo en la arquitectura oficial de los años cuarenta.



La composición de las fachadas en la Cárcel de Carabanchel responde a una gran sobriedad que era típica de la arquitectura penitenciaria, pero que en el caso de Carabanchel se hace extrema. En las fachadas de las galerías de las cárceles Modelo de Barcelona, Valencia y Madrid se utilizaron siempre detalles ornamentales rodeando las ventanas de las celdas o para marcar ritmos compositivos y se utilizaron siempre arcos de mayor o menor curvatura en los vanos; sin embargo, en las fachadas de las galerías de Carbanchel se rompe con esta tradición de la arquitectura penitenciaria: no hay concesiones al ornamento y todos los cargaderos de ventana son rectos, utilizando el lenguaje moderno.

Destaca igualmente la utilización del pavés para conseguir la iluminación de los espacios interiores, tanto en las galerías como en el cuerpo cilíndrico central. Una vez más, este material se difundió en la arquitectura moderna de los años treinta, pero su utilización no se hizo frecuente en España hasta la década de los cincuenta.


El complejo penitenciario de Carabanchel alberga espacios de una belleza sobrecogedora, teniendo en cuenta la oscura función para la que fue construido el edificio. Entre ellos podemos destacar la galería de acceso, cubierta con una bóveda de cañón en la que se inserta un paño central realizado con pavés y que proporciona una luz cenital difusa y uniforme. En medio de esta galería el visitante puede descubrir un interesante lucernario cubierto con una cúpula de hormigón armado.

La galería de acceso y la cúpula intermedia en 2008.

La visita al interior de las galerías donde se encuentran las celdas resulta impactante: ofrecen perspectivas que parecen no acabarse nunca en las que destacan la liviandad de las pasarelas que cruzan de un lado a otro y la luz que entra desde lo alto de los muros subrayando la estructura de cubierta de hormigón armado, que se nos revela como una extraña osamenta. En el edificio abandonado, los objetos caídos sobre las redes de seguridad otorgan al espacio un ambiente surrealista.

Galerías en 2007 y 2008.

En el interior también podemos encontrar algunas escaleras con reminiscencias del estilo de la generación del 25, predominante en la arquitectura española de preguerra.

Pero sin duda el espacio más espectacular de la Cárcel de Carabanchel es en el que convergen las ocho galerías, donde se encuentra el puesto de observación y vigilancia. El lugar se configura como una gran rotonda de 32 metros de diámetro y cuatro alturas, con un cuerpo de luces superior sobre el que se alza la cúpula que corona el conjunto penitenciario. El espacio constituye el eje de todo el proyecto, desde el que se dominan todas las celdas, y tiene unas connotaciones simbólicas indiscutibles. La cúpula del recinto se muestra al exterior como uno de los iconos históricos que identifican al barrio de Carabanchel Alto.
La rotonda central bajo la gran cúpula en 2008

En el centro se sitúa el puesto de observación y vigilancia, que se construyó siguiendo un estilo moderno basado en la utilización de acero y vidrio, una estética que se estaba recuperando en España en los años cincuenta, cuando los arquitectos españoles consideraron agotado el estilo emprendido en la posguerra y adoptaron una arquitectura más en sintonía con las tendencias internacionales.
El centro de vigilancia fotografiado poco después de su construcción.


VALORES TÉCNICOS Y CONSTRUCTIVOS

La construcción del complejo penitenciario de Carabanchel se llevó a cabo en tres fases: la primera entre 1940 y 1944, año en que se produjo la inauguración de la primera galería; una segunda entre 1945-1955, en la que se terminaron otras tres y la cúpula; y una tercera a partir de 1956, que dejó el complejo casi finalizado, a falta de construir la mitad de una de las galerías, que quedó inacabada, y otra de la que únicamente se construyó la estructura exterior.

Los materiales básicos empleados en la edificación son el hormigón armado, con el que se realizó toda la estructura, y el ladrillo, utilizado como cerramiento. En el uso de materiales básicos la obra de la cárcel se ajustó al contexto de la época en que comenzó a construirse, pues debe recordarse que al finalizar la Guerra Civil se tendió rápidamente a prescindir del acero en las edificaciones, de manera que en 1941 el Gobierno decretó restricciones muy duras al uso de hierro en la construcción, que no se levantaron hasta el final de la década de los cincuenta. Por otra parte, el precio y la distribución de cemento y acero quedaron intervenidos por el Gobierno, otorgándose preferencia en las entregas a los edificios que utilizaran sistemas constructivos basados en la minimización del uso de hierro y cemento. La distribución de los materiales se hizo además de manera muy ineficaz, con retrasos constantes, de modo que florecieron los mercados negros, surgiendo así todo tipo de problemas para llevar a cabo las obras durante los años cuarenta. Esta es una de las causas principales por las que las edificaciones emprendidas en esta época se caracterizan por la utilización intensiva de ladrillo y, en los casos de mayor presupuesto, por el uso de hormigón armado en estructuras. Sólo a partir de la segunda mitad de los años cincuenta empiezan a utilizarse nuevamente las estructuras metálicas en los edificios españoles, que nos se generalizarían hasta la década de los sesenta.

Entre los aspectos singulares de la construcción de la cárcel está el hecho de que el edificio constituye un recuerdo de una de las prácticas más lamentables de la historia de la construcción en España: la utilización de presos políticos como mano de obra barata. Esta práctica comenzó en el bando de Franco en tiempo de guerra, en el año 1937, y en 1938 se confió su organización al Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo. Este organismo, que se mantuvo durante la posguerra, se creó con el objetivo de “acometer la ingente labor de arrancar de los presos y de sus familiares el veneno de las ideas y el odio de la antipatria”, como declaraba su decreto fundacional. El inventor de la idea de utilizar la fuerza de trabajo de los presos, el padre jesuita José Antonio Pérez del Pulgar, entendía que “no es posible, sin tomar precauciones, devolver a la sociedad, o como si dijéramos, a la circulación social, elementos dañados, pervertidos, envenenados política y moralmente, porque su reingreso en la comunidad libre y normal de los españoles, sin más ni más, representaría un peligro de corrupción y contagio para todos, al par que el fracaso histórico de la victoria alcanzada a costa de tanto sacrificio”[9]. Sin embargo, bajo la retórica basada en la moral se ocultaba un interés económico puramente material. Así, recaudando la mayor parte de la diferencia entre lo que el Patronato cobraba por el trabajo de los presos en las constructoras privadas y lo que entregaba a éstos para su manutención, en 1939 el organismo esperaba obtener la cantidad de 1.500 millones de pesetas de beneficio en 10 años[10], a la vez que resolvía el problema de la saturación de las cárceles. Así, en la construcción de la Cárcel de Carabanchel 1000 reclusos encontraron el destino de levantar su propio penal, proporcionando al Estado una mano de obra a un precio bajísimo.

El reto técnico más importante que se llevó a cabo en la obra de la cárcel fue la construcción de la cúpula sobre el espacio central. Ésta tiene una altura de 25 metros sobre el suelo en la clave y se levanta sobre un anillo circular de 32 metros de diámetro, siendo así una de las mayores cúpulas de la ciudad de Madrid. En esta dimensión iguala a la cúpula de San Francisco el Grande y supera a las cúpulas madrileñas realizadas con ladrillo en la posguerra, como las del Escolasticado de Carabanchel (12 m.) o la iglesia de San Agustín (elíptica con ejes de 19.2 m. y 24 m.), así como a otras también singulares construidas con posterioridad: las de la catedral de la Almudena (20 m.), el planetario (17.5 m.) o el cine Imax (30 m.).


La de la Cárcel de Carabanchel es una de las pocas cúpulas de hormigón armado ejecutadas en España en la posguerra que tuvieron especial interés constructivo, como denota su publicación en la revista Informes de la Construcción en 1956. Esta revista sigue publicándose actualmente editada por el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja, denominado en la posguerra Instituto Técnico de la Construcción y del Cemento, y destacado por ser el principal centro de investigación sobre la construcción en España. La misión de esta revista, que comenzó a publicarse en 1948, es dar a conocer a los especialistas de la construcción las realizaciones técnicas más interesantes en el ámbito de la arquitectura nacional e internacional, incluyendo también algunos proyectos de ingeniería.

En la construcción de la cúpula de la Cárcel de Carabanchel se utilizó un sistema especial de cimbrado. Como consecuencia de las penurias de la construcción en la posguerra, imperaba entre los constructores una tendencia a la búsqueda de soluciones ingeniosas que permitieran ahorrar el consumo de materiales o medios técnicos en las obras. Así, para construir la cúpula de la Cárcel de Carabanchel se ideó una solución basada en la construcción de un castillete de madera en el centro de la rotonda, sobre el que se apoyaban cuatro elementos de cimbra que podían reutilizarse girando sobre sí mismos, permitiendo así la construcción por fases del casquete esférico. La estructura de la cúpula se realizó con 16 nervios de hormigón armado, entre los cuales se construyeron forjados semiprefabricados.

Como conclusión y resumen de lo expuesto anteriormente, la cárcel de Carabanchel se destaca por ser el conjunto penitenciario más logrado de la época franquista; por sus grandes proporciones es además el mayor ejemplar del tipo Cherry Hill en territorio nacional. Por sus aspectos estilísticos representa un tipo singular de edificio a caballo entre las prácticas inspiradas por las tendencias modernas de preguerra y las nuevas directrices emanadas de los teóricos falangistas del Nuevo Estado. En el aspecto constructivo constituye un recuerdo de la utilización de presos en las obras del Régimen y presenta como singularidad una de las mayores cúpulas de la ciudad de Madrid. El conjunto, finalmente, contiene una carga simbólica indiscutible y se ha convertido en uno de los iconos que sin lugar a dudas representan al distrito de Carabanchel.
[1] LASSO DE LA VEGA, Miguel, “Informe sobre la Cárcel de Carabanchel”, Servicio Histórico del Colegio de Arquitectos de Madrid, 31 de enero de 2003.
[2] GARCÍA DE LA RASILLA, Luis, “Viviendas de renta reducida en Carabanchel Bajo (Madrid)”, Reconstrucción, núm. 26, octubre, 1942; Bastida, Ricardo, “Nuevo edificio propiedad de la Caja de Ahorros Municipal de Bilbao en Guernica (Vizcaya)”, Revista Nacional de Arquitectura, núm. 65, mayo, 1947.
[3] PALACIOS, Antonio, “Ante una moderna arquitectura”, discurso leído ante el Instituto de España el día 6 de enero de 1940, en conmemoración del II centenario de D. Juan de Villanueva, Revista Nacional de Arquitectura, núms. 47 y 48, noviembre-diciembre, 1945.
[4] BONATZ, Paul, “Tradición y modernismo”, Revista Nacional de Arquitectura, núm. 23, noviembre, 1943.
[5] MOYA, Luis, “Orientaciones de arquitectura en Madrid”, Reconstrucción, año I, núm. 7, diciembre, 1940, pp. 10-15.
[6] SERRANO SÚÑER, Ramón, “Depuración político-social de arquitectos”, Boletín de la Dirección General de Arquitectura, núm. 1, mayo, 1941.
[7] Dirección General de Arquitectura, “Decreto sobre restricciones en el uso del hierro en la edificación”, Boletín de la Dirección General de Arquitectura, núm. 3, junio, 1941.
[8] MOYA, Luis, “Orientaciones de arquitectura en Madrid”, Reconstrucción, año I, núm. 7, diciembre, 1940, pp. 10-15.
[9] SUEIRO, Daniel, El Valle de los Caídos. Los secretos de la cripta franquista, Argos Vergara, Barcelona, 1983, pp. 51-52.
[10] CUÉ, Carlos E., “El Congreso aprueba honrar a los “esclavos” de la dictadura franquista”, El País, 25 octubre 2002, p. 28.





1 comentario:

Mariano Mendoza Pardiñas dijo...

Gracias por esta entrada tan interesante por toda la información que da y de esta forma se entiende mejor cómo debió de ser la vida en esa cárcel.

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