Una de las reacciones más sorprendentes y sin embargo, más entendidas, que se producen cuando alguien fallece, es el sentimiento de amistad y reconocimiento que aflora entre muchos de los que, horas antes del óbito, no dudarían en clavarle un puñal por la espalda al difunto.
Ese sentimiento lleva incluso a quienes eran enemigos acérrimos a ensalzar, de forma pública, la vida, la obra, la lucha… del fallecido haciéndose ahora partícipe, correligionario o simplemente simpatizante de las ideas del que no puede levantarse, indignado, y rebatir las hipócritas loas que sobre el o ella se vierten. Amparándose en la tristeza del momento, parecen no darse cuenta de la incoherencia en que caen cuando se identifican con el pasado del muerto.
Asistimos actualmente a un claro ejemplo de este hecho con motivo del reciente fallecimiento de Jorge Semprún. Al hilo de la noticia, la Ministra de Cultura, doña Ángeles González Sinde publica hoy en los diarios Público y El País sendos artículos recordando la figura del polifacético personaje. En ese recuerdo hace hincapié en la vida del escritor, destacando su azarosa existencia y su lucha por la Memoria Histórica. Pero va más allá: ella misma se autocalifica como convencida defensora de esa lucha por la Memoria Histórica , y no solo ella, sino también el gobierno del que forma parte.
Así, a la pregunta que Semprún se hacía al abandonar su cargo de ministro ("¿No habrá llegado el momento de dominar colectivamente el retorno de lo reprimido, de salir de nuestra amnesia voluntaria de los contenidos de la Guerra Civil , para abordarlos en fin -sin espíritu de retorno, de revancha o de rencor, naturalmente- con la voluntad de un avance social que no tenga en cuenta ni los mitos del pasado ni los silencios u olvidos del presente?"), González Sinde se complace en afirmar que ya ha pasado y se ha cumplido ese momento gracias, como no, a la Ley de Memoria Histórica de 2007, de la que continúan sintiéndose orgullosos.
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Por otro lado, se identifica plenamente con el anterior inquilino de su despacho, al considerar como muy útiles para ella “sus reflexiones sobre la pertinencia de una revisión de nuestra memoria histórica, como siguiente paso si queríamos alcanzar una democracia parlamentaria sólida y madura, después de la amnesia pactada, voluntaria y positiva de la Transición ”. La verdad, no sabemos donde habrá escondido esas reflexiones.
Accede al artículo publicado en Público |
Porque habría que recordarle a la señora Ministra cual ha sido (y es) la actuación de su gabinete, claramente inactivo en el tema de la Memoria Histórica. Salvo la adquisición de algunos archivos para su almacenamiento en el insuficientemente accesible y poco pedagógico Centro de Salamanca, nadie conoce ninguna iniciativa significativa de su Departamento.
La historia de los años centrales del siglo XX sigue sin ser contada de forma objetiva. Su asistencia a la reciente presentación del Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia , y el vergonzoso contenido de dicha obra, es un ejemplo claro de cual es la verdadera posición de su Gobierno y de su Ministerio: No han hecho ni están haciendo nada para promover la Verdad , la Justicia y la Reparación que los represaliados por el franquismo reclaman y merecen.
Y, como ejemplo más evidente, tampoco movieron un dedo para evitar el total arrasamiento de la cárcel de Carabanchel (el espacio idóneo de la Memoria Histórica ) que fue llevado a cabo por sus vanidosos compañeros de Gobierno “progresista”.
Es más, ni siquiera se dignaron responder a nuestros escritos (varios de ellos presentados a través del correspondiente Registro –por lo que hay constancia de lo que decimos-) solicitando la intervención de su Ministerio antes de la demolición para que se protegiera una mínima parte del monumento, durante la propia destrucción para salvar la cúpula central y después para que Carabanchel no fuera lo que es hoy: SILENCIO Y OLVIDO.
Así que, Señora Ministra de Cultura: Si quiere, tírese flores, pero, por favor, no de este entierro.
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